domingo, 27 de mayo de 2012

La terapia gestalt como disciplina personal

Me he pasado todo el fin de semana encerrada en un taller titulado "La Terapia Gestalt como disciplina personal", y la experiencia ha sido tan potente para mí, que necesitaba escribir sobre ello.
Por un lado pareciera que es una incongruencia prescribirse la disciplina de ser congruente con los postulados de la Gestalt, cuando esta habla de autenticidad, honestidad, espontaneidad... y pareciera que estos debieran darse de forma natural y "espontánea"..., sin embargo, al menos en mi caso si que es necesario cierto grado de alerta, de vigilancia en la aparición de mis bloqueos, esos que en ocasiones me impiden fluir o me tornan un poco menos honesta, auténtica, deseosa de agradar y ser amada.

Transcurridas las primera horas, el desconcierto y la frustración se palpaban en el ambiente. El terapeuta sentado en un lado de la sala, permanecía atento a las señales del grupo, disponible si había alguna demanda, pero en silencio la mayor parte del tiempo, ya que estas no surgían. El silencio resultaba incómodo y se percibía el nerviosismo en la fenomenología de los compañeros..., unos miraban hacia arriba, otros ojeaban sus cosas, otros de vez en cuando intervenían quizás en un intento de rellenar los huecos y "salvar" al terapeuta y a los compañeros de la incomodidad propia proyectada... era esta clase de silencio en la que aparece aquella parte de nosotros que a menudo no aflora, que no dejamos aflorar sería más correcto porque no le damos espacio. 
El terapeuta aguantaba el tipo estoicamente (eso pensaba yo en ese momento) sin dar pautas, simplemente estando presente y disponible, atento, dejándose fluir y dejando fluir al grupo en el vacío fértil, confiando plenamente en sus capacidades y en las propias (no había estoicismo, sino confianza, pero eso lo descubrí poco después).
Derechos reservados por Benjamin Albiach
Poco a poco iban apareciendo figuras para trabajar... algunas no demasiado claras. Iban y venían en un baile quizás  un poco asincrónico. Luego aparecieron otras muy potentes, que nos movilizaros e hicieron crecer.

Y de repente lo vi... como un inshigt.

Algunos compañeros protestaban pidiendo pautas, ejercicios. Se sentían indignados ante lo que percibían como pasividad del terapeuta, quizás dejadez de sus obligaciones como didacta...

Y sin embargo yo lo vi. 

La excitación por segundos aumentó en mí, mi cuerpo se irguió, me senté ligeramente hacia delante como intentando llegar a todos para poder compartir lo que estaba experimentando y lo grande que para mí era. Y no es que fuera la primera vez... pero eso no importa. Es como cuando te besan con una entrega total y te fundes, y vibras y fluyes... no importa que no sea la primera vez, sigue siendo la leche.
Lo veía... esto, para mí, era Gestalt pura... y yo me sentía cómoda y relajada, al mismo tiempo que excitada... parece una contradicción pero no... era como la voz media de la que habla el PHG.
Me acordé de la cantidad de veces que mis pacientes me piden pautas y yo me niego a dárselas apelando a su responsabilidad en el proceso, y a la confianza plena en que ellos saben mejor que nadie lo que les conviene. Solo tienen que darse el tiempo suficiente y el permiso para descubrirlo... y casi siempre tiene que ver con darse el permiso para ser ellos mismos.
Esto era lo que estaba pasando. El terapeuta no empujaba el río. Sabía estar ahí, en ese espacio en el que a veces estamos perdidos, desconcertados, sin respuestas claras. Ese espacio en el que se desvanece el control, y se hace necesario confiar en que "el suelo seguirá estando ahí para sostenernos cuando demos el siguiente paso".
Derechos reservados por Benjamín Albiach
No hubo pacificación prematura del conflicto, en su lugar una fuerte dosis de confianza y de devolvernos la responsabilidad de nuestras vidas y de nuestro tiempo. ¿Qué necesitábamos hacer? ¿Qué queríamos hacer? ¿Lo estábamos haciendo?
Cuando estás acostumbrada a vivir en un ambiente estructurado, con pautas claras, donde se esperan cosas, se tienen expectativas sobre como deberían ser las cosas... este vacío de pautas puede ser muy perturbador, porque te devuelve la responsabilidad de actuar decidiendo qué quieres hacer y cómo lo quieres hacer, y te pone delante de muchos de tus bloqueos... ¿Te permites hacerlo? 

Patxi Sansinenea, que era nuestro terapeuta, se presentaba ante mí como uno de los más claros ejemplos de gestalt como disciplina personal. Honesto en lo que nos decía, confrontando cuando era necesario, haciéndose cargo de sus sentimientos y necesidades, responsable de esta forma con sigo mismo y con nosotros, dejándose fluir, confiando, abandonando el control, estando de manera permanente en el aquí y ahora de lo que iba sucediendo... tranquilo, presente...

La experiencia de fluir y abandonar el control es formidable, porque de repente aparezco yo, tal cual soy... y está bien, y me puedo apoderar de esto y lo más importante, responsabilizarme de esto.

Esto es responsabilidad, honestidad, congruencia, respeto, estar en el presente sin empujar el río... esto es Gestalt.

Gracias por la experiencia Patxi Sansinenea.

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