sábado, 11 de febrero de 2012

Aquello de lo que no somos conscientes...







El rango de lo que pensamos y hacemos

está limitado por aquello que no advertimos.
Y debido precisamente a que no advertimos,
aquello que no advertimos
hay muy poco que podamos hacer
por cambiar esto,
a menos que advirtamos
el modo en que nuestro fracaso en advertir
determina nuestras acciones y nuestros pensamientos.






Podría decirse, que uno de los objetivos principales de la Terapia Gestalt, sería ampliar la consciencia de lo que la persona hace y de cómo lo hace, como punto de partida ineludible sobre el que construir nuevas formas de hacer y de relacionarse con el entorno.
Desde este punto de vista, el terapeuta no sería alguien que cambia algo que está mal en el paciente, sino alguien que acompaña y estimula a éste, para que sea plenamente consciente de lo que hace, y a partir de ahí pueda elegir si lo desea, hacer algo distinto.
Y quizás muchos detractores pensarán ¿para qué quiero ver lo que hago, lo que soy, si ya lo sé y no me gusta, si lo que quiero es conseguir algo distinto? ¿Qué valor puede tener detenerme en este punto, si yo lo que quiero es ir más allá? Como queriendo bañarse en el mar sin mojarse...
Y es que a menudo, cuanto más nos empeñamos en querer ser distintos o hacer otras cosas, más nos cuesta, más se revela esa parte de nosotros a la que de manera poco consciente quizás, intentamos negar.

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Sería lo que Arnold Beisser definió muy bien en su "Teoría Paradójica del Cambio", cuando postuló que "el cambio se produce cuando uno se convierte en lo que es, no cuando intenta convertirse en lo que no es". Y que transmite como idea central, la aceptación de uno mismo, la posibilidad de legitimar lo que uno siente y necesita, de poder observarse, reconocerse incluso en las propias dificultades y bloqueos, y  decidir qué movimiento quiere realmente realizar sin autocensurarse. Es una aceptación que no es resignación (que implicaría impotencia y sometimiento a la realidad), sino libertad de elección desde la toma de consciencia plena de nuestro punto de partida.
Por ello, la terapia debería ser el marco en el que uno pudiera descubrir de forma segura lo que es, lo que necesita, lo que realmente siente y experimenta, sin censuras, para luego poder decidir hacia donde seguir caminando.
Y es que ningún niño duda de lo que siente, de lo que quiere. Es conforme vamos creciendo e incorporando normas que vamos perdiendo esa espontaneidad, olvidándonos de nosotros mismos por el camino en muchas ocasiones.
En Terapia Gestalt hacemos especial hincapié en trabajar con el paciente el "darse cuenta" de sus sensaciones y sus necesidades, como un viaje hacia el principio, como una reconstrucción, un reencuentro con nosotros mismos. Es como el despertar de un largo sueño.

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