viernes, 3 de febrero de 2012

Cuando me salgo del círculo...




Cada día me descubro maravillada con ese regalo que la vida nos ofrece al llegar al mundo… la presencia, esa capacidad de estar plenamente implicados y comprometidos  con aquello que nos ocupa. Me resulta sencillo descubrirlo en los niños, y me sorprende (y me moviliza) cuando  así lo vivo en los adultos. Estar presente con todo el ser, esa implicación personal en cuerpo y alma, esa escucha interesada…
Por alguna extraña razón la voy perdiendo por el camino… y es quizá ese el modo en el que me voy volviendo copia y perdiendo la originalidad con la que nazco. De nuevo se me hace figura la oportunidad de reaprender a vivir que se me ofrece con cada nueva vida que tengo la suerte de disfrutar de cerca.
En una ocasión escuché a un terapeuta decir "el terapeuta ideal es aquel que está con un paciente sin memoria ni deseo"…
Un  momento en que no existe nada más importante que quién tenemos enfrente.
 Esta experiencia en sí es curativa y terapéutica… (así la salud psicológica guarda relación con la cantidad de relaciones "nutritivas" que acumulo) como lo son  los encuentros con un  otro  donde estoy presente y donde existe ese contacto (en términos gestálticos) que  me “cambia"... Esta es una experiencia que a gran escala tengo cuando  me enamoro, cuando siento que el mundo de repente cambia y yo también…
Esta experiencia también la vivo en el encuentro con la novedad… cuando me “salgo del círculo un poquito” y  experiencio, arriesgo…. crezco… Del otro lado del círculo, bajo el abrigo de lo conocido están “presentes” la monotonía, el hartazgo, el aburrimiento… y con ello la imposibilidad de presencia  en tanto que implicación, compromiso, espontaneidad….
Recuerdo las palabras de Carmen Vazquez cuando alude a la misión de “reencantar la vida” que otorga al terapeuta…
Y me pregunto si no es también misión de padres y educadores que conformamos este sistema educativo que debiera "alentar fuegos en vez de llenar cubos..." , "avivar encuentros" en vez de "consumir momentos"..., transformar sapos en príncipes, ranas en princesas..., círculos en flores y en estrellas...
Y me pregunto, si no es también ésta nuestra misión como adultos.
Y me pregunto, para qué sino para reencantar mi vida y la del prójimo  estoy en el mundo...Y es que sólo con un otro arriesgo , cambio, crezco  y cumplo, o no,  esa “condena” de ser feliz que me impone la vida al nacer..., que condicionará mi modo de vivir, y en último término hasta de morir...

No hay comentarios:

Publicar un comentario